El miercoles 13/01/10 me encontraba en la ensenada de Brazomar probando la nueva cámara fotográfica. El dia era agradable con brisa de sur suave y sin apenas már de fondo de manera que la mar se mostraba como un plato. Mi atención se centraba en los múltiples botones que tiene el ingenio: Abertura, exposición, isos, estabilizadores... Luz y cada poco: disparos y disparos viendo como se comportaba la cámara, escuchando ssu potente obturador capaz de abrir y cerrar más rápido que mis párpados.
Allá abajo, en las rocas había un gavión , dos fuscus, alguna reidora y una veintena de patiamarillas. También tres cormoranes moñudos y dos cormoranes grandes que utilizan estas rocas para solearse y pescar. En el agua había otro más que no terminaba de llamar mi atención. Hasta que en cierto momento debajo de su negro cuello asomo una mancha blanca que desato la adrenalina.
A partir de este momento la atención se focalizo en el sospechoso, sin guía, sin unos tristes prismáticos, sólo el 300mm de la cámara. Un colimbo con el cuello negro!!! pensé en el bicho detectado por los amigos de Miradas Cantábricas en el Abra del puerto de Bilbao, pero...
a pesar del enorme tamaño, no me parecio un colimbo grande, Gavia immer, por la gran mancha que mostraba en los costados, sobre la pata, como la de los colimbos árticos, Gavia arctica.
Pero ¿qué era? con caracteristicas de dos especies. El colimbo no no paraba de calarse y recorria grandes distancias en cada inmersión, repitiendo un circuito que en uno de sus tramos se acercaba a la costa. Allí me fuí cámara en ristre con objeto de acercarme y tomar alguna foto cercana, mientras el reloj corría hacia la hora de comer.
En un par de ocasiones el colimbo se acercó y pude sacar alguna fotillo que me llenaba el ojo y el display. Pero el reloj no perdono y me rendí a su lento avance abandonando la posición.
Por la tarde pude aprovechar otro ratillo, antes de la noche, y me acerqué otra vez en compañía de Roberto Ortiz al que avisé pará que lo viese.
Sorpresa había dos y con la pleamar se acolchaban al muro del paseo, era la gran oportunidad pero la tarde avanzaba rapidamente.
Y la luz era cada vez más escasa, la técnica de pesca: la misma que la del mediodía, con un ciclo de gran radio en el que buceaban toda la ensenada, saliendo a tomar aire al unísono, calandose a la vez, como hermanos gemelos, repetían el paso por ciertos puntos de interés. Así, pensando que podiamos anticiparnos, fijamos una posición y acertamos, bajo nuestros pies pasaron ambos, cerca, tan cerca que se podían escuchar aprovechando al máximo, pena de luz.
Pero la observación fue excelente y las imágenes a nivel, el momento quedó registrado, en cualquier caso, como describir el extraño visitante.