31/7/18

Pardelas, Delfines y el Factor H


Feno, aves, meteo y ópticas. Sin lugar a dudas una buena combinación al final del largo periodo que da paso a la antesala de la gran migración, eso y el equilibrio compensado de las buenas sensaciones telúricas con mi ego, regalos que la natura cantábrica brinda, por así decirlo.
La de hoy no ha sido una jornada más, todo apuntaba a una grata sesión de observación de aves marinas, básicamente pajareo de la avanzadilla de la costera cantábrica, en un contexto de tiempo gris y adecuado.
Los pájaros han sido escasos, el clima favorable, solo un grado más de confort me impedía andar descalzo y así entrar en contacto directo con Gaia
Como suele suceder por norma general en este lugar del Cantábrico, deambular de alcatraces, de pardelas, de delfines y, como no, como es “natural” en el umbral de agosto, del turisteo pletórico de nerviosos forasteros ávidos de experiencias diferentes, de fotos, de selfies.
Los que pasamos por aqui todo el año, estos meses incluso nos llegan a gustar, como no, ¡Ni siquiera hace frío en la costa!
En fin, como le decía a David, todo depende del estado de ánimo y últimamente ando esforzándome en sacarle el jugo a la vida, en sobrevivir, intentando regalar sonrisas a cambio de nada, o de todo, creo.
Como decía, o quiero decir, mientras examinaba escrupulosamente el horizonte, ha aparecido David, sigiloso, sin perturbar una sola brizna de hierba, ni de yerbas, su inesperado saludo me ha sobresaltado, no lo esperaba, es lo que tiene la concentración en la observación de aves marinas. Aún con todo, ha prevalecido la compostura y rápido hemos conectado, como no, entre pajareros, como no, habiendo pájaros, como no, compartiendo el momento...
Pardelas y delfines de verano, sin más que la buena aptitud y la predisposición al disfrute del  ingenioso engranaje del mar cantábrico.
Hasta aquí todo bien, y después también, debo reseñar, después mucho que pensar.
En un par de ocasiones, David se ha descolgado con el mismo sigilo del inicio y ha regresado, sin sobresaltos esta ocasión, he de decir.
Y hablando y hablando, ha surgido el tema del maltrecho territorio, el de aquí y el de allí, el de la campiña: la de aquí y la de allí,  la belleza: la de nuestra costa y la de la cercana cueva, esa que a pesar de su atractivo no podía visitar, una atadura no visible se lo impedía, era obvio.
Enseguida se ha desvelado la condición de su compañera que aguardaba en el coche, impedida del libre movimiento, impedida de la conexión con el cabo, con la mar, con el paisaje, con la lluvia, con el frescor del verano, con la madre Gaia, con Todo.
Su cómplice, compañero y vigía; permanecía pendiente: por la proa y por la popa: en proa las aves en busca del poniente y que solo aquí, por muy cerca de la costa que quieras estar se dejan ver; por popa: su compañera.
Me he acercado a ella, más con intención de saludar que otra cosa y al ser consciente de lo que veía,  la puta realidad me ha puesto en mi sitio, un paso atrás y cobardemente me he refugiado al calor de mi telescopio, la grandeza y la pobreza del hombre: el Factor Humano.
Mientras, David negociaba cinco minutos con ella, buscaba el beneplácito de su compañera, dolorida por la obligada falta de movimiento, buscaba  conocer el territorio.
Por fin, tras un adecuado preparatorio, han encontrado su momento, una fugaz oportunidad, eso me ha parecido apreciar, una ligera expansión a la velocidad de la brisa marina.
De regreso, notas, sentimientos, un estrecho y emotivo saludo con el maravilloso telón de fondo del Cantábrico y la despedida. Buena suerte compañero, en vuestro periplo estival, será difícil olvidaros. Un abrazo.

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